El proceso de selección de los profesores que aspiran a impartir clases está en desarrollo. Y si la historia se repite, nueve de cada diez docentes participantes podrían obtener notas de reprobación como en las dos competencias pasadas.

Además de la asignación de puestos para impartir clases, se espera que esta semana se abra paso a la socialización de una nueva malla curricular; es decir, un plan de estudios y programas académicos actualizados.

Los cambios introducidos en la educación nacional tendrán que ser dirigidos a disminuir el rezago que sufre el sistema nacional en comparación con el de otros países del área.

La lista de logros alcanzados en materia de enseñanza-aprendizaje no tiene por qué estar limitada a cumplir con 200 días de clases, extender la jornada académica o elevar el índice mínimo para aprobar las asignaturas.

La deuda en este campo tiene que ver con traer de regreso a los niños y jóvenes que salieron del sistema con motivo de la pandemia, recuperar los años perdidos de enseñanza, nivelar el rendimiento de los alumnos y evaluar el desempeño de los maestros.

Un compromiso de fondo y que está pendiente de ser cumplido es el de hacer realidad la tercera reforma, a fin de obtener alta calidad, amplia cobertura y equidad en la prestación de los servicios de educación.

Los entendidos en pedagogía hacen hincapié en que el propósito de una reforma educativa es modificar el sistema, con el fin de mejorarlo o actualizarlo a partir de un amplio consenso social para evitar que dichos cambios sean asimilados como una expresión de intereses políticos.

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De acuerdo con esa misma visión, Honduras necesita un nuevo modelo educativo con un enfoque pedagógico que permita sistematizar la enseñanza-aprendizaje y orientar a los maestros en la elaboración de programas de estudio que sean transformadores.

Un informe elaborado por el Banco Mundial concluye que la mayoría de los países del área centroamericana ocupan los últimos puestos en la medición del sistema educativo por dos factores fundamentales: Políticas poco eficientes en la materia y deficiente formación de los docentes.

Los expertos han llamado la atención sobre un profundo rezago en las competencias de los profesores. En este sentido, el sistema de formación docente es una política válida para hablar de desarrollo humano.

Si el país tuviese un sistema que dirija al docente a educar para el desarrollo humano mediante capacidades, se tendría un modelo de enseñanza-aprendizaje para un bienestar personal y colectivo, ponen de relieve los informes especializados de organismos externos.

Lo ideal es que el Gobierno, los maestros, los mismos estudiantes y la sociedad en general, lleguen a un consenso alrededor de un programa de cambios cualitativos en la educación.