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Como es natural, la reciente propuesta de la Secretaría de Educación de cambiar los uniformes en las escuelas públicas del país ha contrapuesto muchas opiniones. Sobre todo, considerando que originalmente se habló de un costo de 250 lempiras, posteriormente (varios días después) se aclaró que serán gratuitas, es decir, que lejos de significar un problema serán un alivio para la población hondureña que más dificultades económicas pasa.

Sinceramente, la sola simplificación del uniforme escolar es una acción que hay que aplaudir. Es bueno, primero, por razones económicas. Será necesaria, además de la ropa, una sola prenda. Y también es bueno que haya cierta flexibilidad y practicidad en los uniformes escolares.

Debo decir que el uniforme escolar nunca me ha incomodado, pero sí se presta para algunas acciones con las que no estoy de acuerdo. Por ejemplo, no me agrada el uso de zapatillas para los días de clases normales, creo que se debería usar un zapato deportivo.

Si ponemos al niño o al joven en el centro, como principal protagonista del proceso educativo, debemos pensar en lo que va a hacer a la institución educativa. Sí, a lo primero que va es a estudiar y a formarse de manera integral. Pero un estudiante, en las horas de recreo, también va jugar, a correr un poco. Es imperativo pensar también que algunas veces los estudiantes pasan largas jornadas en el centro educativo, y las personas, generalmente, cuando se sienten incómodas son menos receptivas. Con lo que sea.

Sí, alguien podrá decir que hay zapatillas cómodas, pero esas generalmente son demasiado costosas para la mayoría de los padres de familia. Además, de que los que no se resisten a jugar fútbol, aunque sea de zapatillas, se arriesgan a romperlas, como me sucedió a mí en más de una ocasión. Llegaba a mi casa con los zapatos destrozados, tratando de justificar lo sucedido, sin éxito alguno. Qué distinto habría sido poder jugar con tenis en los recreos.

Entiendo que, en nuestro país, el uniforme funciona también como una medida de seguridad, en medio de tanta delincuencia, es necesario identificar a los jóvenes que pertenecen a las instituciones educativas y a los que no, por razones diversas y, por supuesto, válidas. Recuerdo también que a mi colegio llegaban constantes quejas porque en horas de clase había estudiantes dando vueltas por un centro comercial. Había quienes se escapaban, y sin uniforme no habría sido posible identificarlos.Incluso, los uniformes escolares reflejan y son a la vez unas políticas sobre el cuerpo. Intentan mantener cierto recato, sencillez y pulcritud.

Sin embargo, creo que más a allá de la visión de cada institución educativa, debe haber dos principios que a mi juicio no tienen discusión: los uniformes deben ser baratos y, por otra parte, deben ser cómodos. Y claro, como un agregado, diría yo, que deben tener cierto sentido estético (saber elegir, colores, tonalidades, telas, etcétera). Hay que considerar también el clima. En casi todo Honduras hace calor durante la mayor parte del año. Desconozco las razones por las cuales se comenzó a usar cubayera, pero creo que fue por el clima. Es una prenda bastante fresca.

En resumen, se trata de ser lógico y consecuente con las prendas aceptadas en las instituciones educativas. En otras palabras, toda directriz de este tipo debe pasar por el tamiz del pensamiento crítico y no por el simple tradicionalismo o, peor aún, los prejuicios.